June 22, 2008

Debieron haberlo abortado


Pide cardenal Rivera por ministros de la Corte que resolverán sobre aborto.

México, DF. El cardenal Norberto Rivera dijo que México es territorio de la vida y no de la muerte y pidió iluminación divina para que los ministros de la Suprema Corte tomen una decisión con valor, justicia y sabiduría sobre la constitucionalidad o no de las reformas que despenalizan el aborto.

"Esta es la verdad que hemos de proclamar en la sociedad y es la verdad que tenemos que defender, con la claridad de la razón, ante las disyuntivas legales que una sociedad plural pone sobre la mesa del debate y sobre la consciencia de las personas".

No obstante, el mensaje central del cardenal Rivera Carrea se fijó en la defensa de la vida de los no nacidos, ante lo cual pidió a los cristianos tener esperanza de que el mal vence al bien y la muerte no vence a la vida.

"Que la virgen de Guadalupe, madre de todos los mexicanos, ilumine a quienes tienen en sus manos las decisiones sobre la vida de otros mexicanos para que tomen con valor, justicia y sabiduría, la decisión que brota de la verdad, y que se convierte en certeza de que, en el mutuo respeto, todos podemos vivir seguros en la casa común que es nuestra patria".


1. ¿Qué tan patético puede ser un cardenal que usa el slogan de una compañía de telefonía celular –México es territorio de la vida– para convencer a sus feligreces? ¿Qué tan patéticos tienen que ser los feligreces que piensan que este señor merece algo de atención?

2. ¿Qué conocimiento verdadero puede difundir una iglesia de doble moral acerca de la defensa de la vida? Con sus armas ideológicas, la iglesia católica ha matado a millones de personas en el mundo, prohibiendo el uso del condón en regiones abrumadas por el SIDA; manteniendo ilegal el aborto que debe llevarse a cabo clandestinamente y en condiciones paupérrimas, así provocando violencia, corrupción y por ende, la muerte; asesinando a millones de opositores en cientos de años de Inquisición; provocando algunas de las guerras más sangrientas de la historia para reclamar 'tierras santas'; bloqueando investigaciones científicas –desde Galileo hasta la genética– que pudieran salvarle la vida a millones de personas más en el futuro.

3. Finalmente, el arma más letal es adjudicarse la verdad argumentando la fe. Hablar de verdades y certezas basadas en libros de fantasía, sin pruebas ni autocrítica, es el camino más seguro para la maldad: ahí tiene usted a los terroristas que volaron el World Trade Center, los hombres-bomba de Palestina, los tanques de Israel, las masacres de Bosnia, las guerrillas de la muerte de Rwanda y el genocidio judío de Hitler, quien sin más, proclamó tener la verdad sin juicio ni consciencia.

4. Si un loco fanático decide mañana que en México deberían ser ley la circuncisión femenina, el uso de la burka, la quema de mujeres al estilo hindú, el asesinato por razones de honor, ¿qué le va a decir, señor Cardenal? Todas esas formas atroces de control femenino son perfectamente equiparables a su estúpida defensa de la vida, basadas pura y sencillamente, en sus creencias religiosas.

6. La vida no vence a la muerte nunca, de esa premisa surgieron todas las religiones del mundo. Si todo lo que vivió está muerto, y todos los que vivimos moriremos, ¿donde está el triunfo de la vida?

5. En el mutuo respeto no se encuentra siempre la seguridad. La seguridad y la verdad se encuentran siempre en el estudio informado de todas las cosas. La ciencia y la filosofía son nuestras principales herramientas para conocer la verdad. En ambas, hace ya mucho tiempo que descubrieron que el aborto es sencillamente una opción y no un pecado que merece la muerte. En cambio, su fe sigue reproduciendo ideas tan peligrosas como hace dos mil años: perversas, maquiavélicas y enteramente antihumanas. Eso no merece respeto.

2 comments:

Anonymous said...

¿Qué tan patéticos tienen que ser los feligreces que piensan que este señor merece algo de atención?

Más patético un NO feligres dedicandole un post tan extenso.

Besos.

ECM said...

Pero nunca tan patético como un anónimo cobarde.