January 10, 2015

XVIII

 




Mi animal de costumbre me observa y me vigila.
Mueve su larga cola. Viene hasta mí
A una hora imprecisa.

Me devora todos los días, a cada segundo.

Cuando voy a la oficina, me pregunta:
    “¿Por qué trabajas
    Justamente
    Aquí?”

Y yo le respondo, muy bajo, casi al oído:
    Por nada, por nada.
Y como soy supersticioso, toco madera
De repente,
Para que desaparezca.

Estoy ilógicamente desamparado:
De las rodillas para arriba
A lo largo de esta primavera que se inicia
Mi animal de costumbre me roba el sol
Y la claridad fugaz de los transeúntes.

Yo nunca he sido fiel a la luna ni a la lluvia ni a los
    guijarros de la playa.

Mi animal de costumbre me toma por las muñecas, me
    seca las lágrimas.

A una hora imprecisa
Baja del cielo.

A una hora imprecisa
Sorbe el humo de mi pobre sopa.
A una hora imprecisa
En que expío mi sed
Pasa con jarras de vino.

A una hora imprecisa
Me matará, recogerá mis huesos
Y ya mis huesos metidos en un gran saco, hará de mí
Un pequeño barco,
Una diminuta burbuja sobre la playa.

Entonces sí
Seré fiel
A la luna
La lluvia
El sol
Y los guijarros de la playa.

Entonces,
Persistirá un extraño rumor
En torno al árbol y la víctima;

Persistirá...

Barriendo para siempre
Las rosas,
Las hojas dúctiles
Y el viento.



Juán Sánchez Pelaez
Altagracia de Orituco, Venezuela