El cine de zombies se ha vuelto un género misteriosamente fructífero. Desde las b-movies de Troma, los clásicos de Romero, las sátiras más o menos afortunadas, los grandes churros con Milla Jovovich y ahora, la impresionante producción catalana, [REC], obra de la dupla Balagueró-Plaza en guión y dirección respectivamente.
[REC] no ofrece nada nuevo al género de terror, realmente. Ahí está el origen vago del zombie (¿posesión demoníaca o infección biológica?), las escenas de pasillo reminiscentes de Silent Hill, la clásica niña maléfica del Orfanato o el Resplandor y la cámara tambaleante en mano de resultados tan diversos.
¿Dónde radica, pues, la genialidad de [REC]? Justamente en el uso coordinado de todos estos elementos, llevados a su máxima expresión, a su momento más fino.
El formato de falso documental pone al espectador en la línea de fuego, y eso es esencial para el filme. El recurso, innovador en Blair Witch y ridículo en Cloverfield, se lleva las palmas gracias a la edición frenética, el uso estupendo de los claroscuros tenebristas y el espectacular diseño sonoro que reemplaza los viejos sonidos de terror por las imperfecciones del micrófono de cámara que funcionan perfectamente para pintar la atmósfera de horror.
Segundo, la premisa es impecable. Una reportera y su camarógrafo documentan una noche rutinaria en la vida de una estación de bomberos. Atendiendo una emergencia rutinaria, el equipo se ve encerrado junto con un grupo de vecinos en un infierno claustrofóbico que podría ser nuestra propia casa.
Donde otras películas fallan con sus repartos anodinos (en Cloverfield hasta ruegas porque todos se mueran), [REC] gana con sus personajes familiares y cercanos: la dulce reportera principiante, su fiel camarógrafo, los valientes bomberos y policía, una madre y su hija enferma, una familia de emigrantes asiáticos, un par de abuelos seniles, una mascota familiar ausente...
Todos encerrados en un edificio de clase media en Barcelona, con sus pisos de mosaico sucios, su trastienda, oficina, departamentos y escalera central (que servirá de escalera emocional también). Cuando la amenaza de infección se da a conocer, la policía acordona el lugar, enterrando vivos a inquilinos y visitantes por igual. El edificio se vuelve, pues, uno más de los protagonistas. Se respira en la película su moho, sus historias, la pesadez de la ciudad que le rodea. Sus puertas de madera son lápidas que cada personaje abre sólo para encontrar un rincón más oscuro y peligroso que el anterior; en cada piso, en cada descanso de escalera, en cada dormitorio y desván perdemos un poco la esperanza. Un poco como la vida cotidiana de un edificio...
Es en esta cotidianeidad donde [REC] engancha y no suelta. Siguiendo la filosofía más básica del terror (cosas inauditas ocurren en el lugar más común), Balagueró y Plaza liberan el caos en nuestras narices. El infierno es tu casa, los zombies son tus vecinos, tu novia podría haber sido esa reportera que se ve arrastrada hacia la oscuridad por un accidente del destino...
Ninguna película, hasta ahora, plantea el incidente zombie de una manera tan tajante: entre la civilización y el canibalismo hay sólo una fina línea. Esta línea puede llamarse ira, celos, envidia, odio, paranoia, lujuria, ambición, desgracia, pobreza, guerra... No importa el nombre, el hombre sigue siendo el lobo del hombre y nuestra destrucción, seguramente, será a manos de nuestro amado o compañero más cercano.
La amenaza está en todos los rincones y en cada intención desconocida. Sólo hace falta ese agente infeccioso para desatarlo, y [REC] da una última estocada brillante: la puerta del infierno se abre por una iglesia obsesionada con encontrar demonios donde sólo hay resfriados.
2 comments:
Aces, Mema, Aces por tu reseña.
Bueno, es cierto. Aunque pocos recuerdan que en 1977, Rabid, de Cronenberg causó el mismo efecto.
Después que la madre se come al perro en la definitiva muerte del cine gore con Braindead, de Jackson, pasa con [REC] que uno vuelve a gemir de espanto (pero espanto del bueno) con la amenaza zombie. Confabulación paranoica preciosa: ellos no estaban antes ni después de nosotros. Nosotros, somos ellos. Salud.
Post a Comment