December 13, 2006

Lennon


Después de trece años, apenas estoy entendiendo el tiempo que he pasado con mi gato. Su presencia ha sido tan constante en mi vida que lo creí inmortal hace pocas semanas. But things they are a-changing. Acurrucado en una cobija, con los ojos cerrados, comprendo que para él las cosas han pasado a una velocidad distinta, que está viejo (bah, yo igual) y que ayer estaba bien, pero hoy ya no.

En un ímpetu culposo/desesperado le compré un plato nuevo para hacerlo comer, lo arropé con una colcha que nunca le hubiera puesto y fui por la comida que le recetaron. Cosas nuevas, pensé, para sorprenderlo y reanimarlo, como si se tratara de un niño aburrido a quien sus juguetes ya no le emocionan. Tan fácil como destellarle un reflejo de mi reloj en el piso, para que lo siguiera gatunamente como a un bicho.

Quiero llamarle la atención hacia la vida, quiero que encuentre de nuevo el simple placer de sobrevivir. Pero al parecer nada de lo que he comprado le hace gracia. Y es que olvidé que para los gatos, vivir bien es dormir eternamente en un hermoso rayo de sol.

4 comments:

Anonymous said...

Me ha conmovido tu escrito y, sí, no es fácil notar que para las mascotas el tiempo pasa más rápido que para uno.

e. said...

how sad... kiss kiss... e.

Mme. Carroll said...

abrazos, muchos...

Little Masochist said...

Recuerdo cuando dormi en tu cama, y como al acercarse a la puerta abierta, se me quedaba viendo fijamente como diciendo: "¿Quien eres tu perra para acostarse en mi cama?"
Todo un personaje, Lennon...

Atte. Ursulita.