August 02, 2006

Change

La movilización ha cambiado, y la avenida más importante (por su significado) de la ciudad está tomada por la fuerza, bajo el mando del mismo personaje que deploraba los daños causados al pavimento por una empresa sucia de publicidad.

Al lado de la Embajada de Estados Unidos, de los hóteles más caros del país, de la Bolsa de Valores, ahora están instalados los campamentos que defienden el recuento de votos para dar legitimidad a las elecciones.

Ya varios personajes normalmente incondicionales a la causa de López Obrador rechazaron la medida, y al mismo tiempo, personas que eran ambivalentes al respecto ahora están seguros que esto ha ido demasiado lejos. Personalmente ya he oído muchos comentarios sobre la vialidad, el tráfico, 'esto no se vale', 'no es justo para los demás', etc.

Justo no és. Nada es justo en este país. El gobierno no es justo con sus gobernados, el modelo económico no es justo con el 90% de la población, la procuración de justicia no es justa con los inocentes, los medios de comunicación no son justos con su público, y a su vez, el público no es justo con los verdaderos artistas. Las empresas no son justas con la sociedad y por ende, la injusticia es el problema de fondo en todo esto.

Que no quede duda que esto no es sólo una acción más en la larga historia en que se han convertido estas elecciones - esto es desobediencia civil, esto es levantamiento popular, y eso no se delimita por las buenas maneras de manifestarse. El escenario social (incluyendo política, economía, cultura) ha venido deteriorándose por muchos años, y el sexenio de Fox sólo ha servido para denunciar abiertamente lo corrupto e inservible del sistema injusto y cínico, para exponer a todos los actores políticos como una raza extraña que depreda a su propio pueblo.

Entonces pareciera que esto es justo: es justo que la gente se canse, se harte, llegue a la exasperación que prende los ánimos de la insurrección civil. Ha pasado toda la historia, en todos los países explotados por su minoría rica.

MIentras los automovilistas sacan sus coches pulidos y encerados para quejarse amargamente del tráfico, de la injusticia que se les ha hecho, abajo, en el metro, millones de personas van hacinados, con calor, exhaustos, con las mismas caras tristes y enojadas de siempre. Niños con la cara sucia piden monedas, ancianos que apenas caminan son empujados por los más jóvenes, ciegos, desválidos y madres de familia con dos hijos de cada mano viajan como si nada cambiara allá arriba.

Touché, señor López, touché.

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