Donde hay vida hay calor;
donde hay calor vital hay movimiento de humores.
Leonardo DaVinci
En este momento, abril del 2005, la Ciudad de México, la gran Tenochtitlan, está pasando por uno de sus momentos más febriles y volubles.
Desde hace semanas, el calor se siente como una cobija demasiado apretada, bajo la cual no se puede respirar, mucho menos descansar. Los sueños son desordenados, los días: inútiles. La actividad cotidiana ha disminuido y los ánimos se caldean. Todos los elementos sociales están en ebullición. Por una parte, la política a punto de estallar. Por otro lado, la naturaleza y su primavera florecen con jóvenes en las calles, los empujan a la actividad ociosa en busca de algo que sólo encuentra razones a nivel genético. Las noches están llenas de actividad, como nunca, y los chilangos, desacostumbrados a este movimiento, nos encontramos ansiosos, deseosos, insatisfechos.
No he vivido lo suficiente, en experiencias o en años, como para decir que esta situación se encuentra fuera de lo normal, pero efectivamente, en mi tiempo de vida no recuerdo un momento tan lleno de actividad y al mismo tiempo tan inmóvil, Pareciera que la rotación del planeta se estuviera desacelerando.
No creo en la astrología ni en las supersticiones, pero de una simple mirada a las calles uno percibe la inconsistencia que se respira. El eclipse de sol es solo otro factor a considerar en esta conexión de particularidades.
Mi abuela cuenta que antes de un gran terremoto, uno puede ver grandes señales naturales anticipando el desastre: la temperatura aumenta, el cielo cambia de color, y de la tierra hacia el cielo es posible ver destellos de electricidad, rayos en reversa, la tierra desafiando la permanencia del cielo.
Bienvenido el temblor que estremezca a esta tierra, por tanto tiempo árida y dolida, que de las grietas y fallas surjan las nuevas ideas, los nuevos sonidos, las nuevas visiones.
Si el mundo se moviera más lento, todo ocurriría más rápido.
2 comments:
Hay un maravilloso experimento psicológico de los resultados en socialización de un grupo de ratas... Se vuelven agresivas, clasistas (sí, así como lo leen), se reproducen en exceso como una bomba atómica que explota en cámara lenta... hasta destruírse como sociedad... ahora, somos las ratas... ¿cuánto tiempo nos falta?
Espero que no nos vaya mal con el temblor... igual y llega la superlechuga a salvarnos! Besos, e.
Ah... se me olvidaba... el experimento es en los procesos de socialización en un grupo de ratas sobrepoblado a propósito... je... dato indispensable que se me olvidó! lo siento, e.
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